Era una noche para llorar, pero terminó en gritos, confusión y sangre. En el barrio El Bosque, donde la muerte parece haberse instalado con residencia fija, el velorio de Diego Armando Santana Gamarra, de 23 años, se convirtió en una nueva escena de violencia. Esta vez, una adolescente de 14 años fue la víctima colateral de un disparo que jamás debió ocurrir.
Ocurrió a las 10 de la noche, en la carrera 8G con calle 73, cuando uno de los asistentes —en un gesto que mezcla arrogancia, imprudencia y peligro— decidió disparar al aire y contra el suelo en medio del acto fúnebre. El plomo, impredecible como siempre, terminó hiriendo a la joven en la pierna derecha.
El velorio era de Diego Santana, asesinado días antes en lo que las autoridades identifican como parte de una disputa violenta entre dos familias del mismo sector, un conflicto de más de cinco años y con varios muertos en su cuenta.
La menor fue trasladada al Camino El Bosque, donde permanece bajo observación médica. Aunque su vida no corre peligro, el incidente deja claro que la violencia no respeta ni los rituales de despedida, ni la inocencia, ni la edad.
Mientras la Sijín de la Policía Metropolitana investiga lo ocurrido en el velorio, el CTI de la Fiscalía continúa indagando la guerra entre familias
que ha teñido de rojo las calles de El Bosque. Una disputa donde cada víctima suma, pero ninguna parece detener el ciclo.
Los vecinos, ya acostumbrados a los disparos y al miedo, no hablan mucho. Aquí se vive con el silencio y se vela con la incertidumbre de que, incluso en la muerte, la paz es un lujo que el barrio aún no conoce.