Gustavo Petro lo volvió a hacer. En medio de la crisis por la renuncia de la canciller Laura Sarabia, el presidente colombiano desató un nuevo pulso con Estados Unidos y con Donald Trump, un pulso que podría traer consecuencias devastadoras para el país.
El pasado jueves, Washington llamó a “consultas urgentes” a su encargado de negocios en Bogotá, John T. McNamara, en un movimiento inusual que evidenció el deterioro de la relación bilateral. El gobierno de Trump, a través de la portavoz Tammy Bruce, advirtió sobre “profundas preocupaciones” por las tensiones con el gobierno Petro.
Petro, fiel a su estilo, respondió con un contragolpe inmediato llamando a consultas al embajador de Colombia en EE. UU., Daniel García-Peña, y publicó un trino en el que aseguró que “todas mis cartas y comunicaciones al presidente Trump las he escrito personalmente”.
Con este choque se revive el fantasma del pasado 26 de enero, cuando Petro devolvió aviones con migrantes deportados, generando una tormenta diplomática sin precedentes en 200 años de relaciones bilaterales. Y según analistas, lo que estamos viendo no es el final de una crisis, sino apenas su inicio.
“Es una etapa de molestia que puede escalar en tensiones mayores y decisiones de fondo por parte de Estados Unidos”, explicó el exembajador Juan Carlos Pinzón a SEMANA.
¿Qué hay detrás del nuevo choque?
El malestar de Washington incluye las posturas de Petro frente a temas como migración, el aumento de cultivos de coca, su posición frente a Gaza e Irán, y la proliferación de grupos armados en Colombia. Además, el gobierno Petro hizo señalamientos graves contra congresistas estadounidenses de origen cubano, como Carlos Giménez y Mario Díaz-Balart, acusándolos de conspirar en un supuesto golpe de Estado.
“No me asusta un congresista diciéndome narco o terrorista”, dijo Petro, en respuesta a Giménez, quien lo había calificado como “matón narcoterrorista socialista”.
Incluso, Estados Unidos habría solicitado a Petro una retractación pública que nunca se produjo, y ahora Washington evalúa más acciones, incluyendo la restricción de visas a funcionarios del gobierno colombiano.
Otro factor de tensión es la decisión del ministro de Justicia, Eduardo Montealegre, de suspender extradiciones de guerrilleros y jefes criminales que negocien con el gobierno, lo que ha sido visto con recelo en Washington.
Las consecuencias podrían ser graves
Analistas advierten que este choque con Trump puede derivar en consecuencias concretas: más restricciones de visas, afectaciones a la cooperación antidrogas, sanciones arancelarias y, en el peor escenario, la descertificación de Colombia en materia de lucha antidrogas.
“El presidente Petro calcula que pelearse con Trump y Rubio puede darle beneficios políticos en medio de las campañas de certificación y las elecciones de 2026”, explicó Michael Shifter, expresidente de Diálogo Interamericano.
Por su parte, Andrés Otero, de Guidepost Solutions, alertó que Petro podría estar buscando romper la relación con agencias como la DEA y la CIA, beneficiando indirectamente a las mafias criminales que operan en Colombia.
Frente a este escenario, la exembajadora Adriana Mejía considera que la salida está en la diplomacia empresarial, cultural y parlamentaria, para proteger los vínculos con Estados Unidos y evitar que el país termine pagando las consecuencias de las tensiones políticas.
Por ahora, lo cierto es que la tormenta entre Petro y Trump apenas comienza, y Colombia, con una economía frágil y una creciente inseguridad, podría ser la más afectada si esta pelea se convierte en un incendio diplomático.