Un crimen que conmocionó al país quedó al descubierto con el testimonio del adolescente que mató a su padre, un mayor del Ejército Nacional, y a su hermana de 7 años en Bogotá. Según su confesión, el joven de 17 años propinó 118 puñaladas a su progenitor y 75 a la niña, en un acto de brutalidad descrito por Medicina Legal como “overkilling”.
El menor relató que tomó la decisión tras cansarse de los regaños y maltratos del militar. En su declaración, dijo que había pensado en el cuchillo mientras bajaba a la cocina y que incluso recordó las clases de biología para atacar puntos vitales. Primero apuñaló a su padre mientras este estaba en su cama junto a la niña, y después, tras un ataque descontrolado, también la hirió mortalmente.
El adolescente aseguró que no planeó el crimen, aunque su testimonio reveló que había meditado cómo hacerlo. Los exámenes psicológicos determinaron que presenta rasgos de egocentrismo, predisposición a la delincuencia y poca empatía frente a lo ocurrido.
Tras el doble homicidio, la madre del menor llegó a la vivienda. Allí se produjo un forcejeo que dejó versiones contradictorias: mientras él la acusó de maltrato y agresión, la mujer sostuvo que fue atacada por su hijo, hasta que vigilantes del conjunto intervinieron y dieron aviso a las autoridades.
El joven fue condenado a seis años de internamiento en un centro para menores, sentencia que consideró “injusta”. La madre, investigada por supuesta inducción al crimen, terminó absuelta tras la preclusión del proceso en su contra.
El caso deja interrogantes sobre los signos de alerta que pudieron anticipar el desenlace. Aunque el adolescente llevaba una vida aparentemente normal, estudios forenses concluyeron que tenía inclinaciones violentas y escaso arrepentimiento.