Un creciente malestar se ha empezado a escuchar en pasillos y grupos internos de la Armada Nacional, donde oficiales activos y en retiro cuestionan el uso que estaría haciendo Nicolás Petro de espacios reservados como el Club Naval y la Casa de Huéspedes de Manzanillo, a los cuales —según relatan— ingresa con su esquema de seguridad, varios vehículos blindados y motocicletas oficiales.
Para un sector de los uniformados, la presencia del exdiputado resulta incómoda no por quién sea, sino por el momento en que ocurre. Aseguran que no consideran apropiado que personas con procesos judiciales abiertos utilicen instalaciones destinadas a la oficialidad, pues lo sienten como una falta de consideración hacia la institución y hacia su propio código de honor.
“Esto no se trata de prohibir el acceso a civiles; se trata de respeto. Si una persona tiene asuntos sin resolver con la justicia, lo mínimo es esperar a que todo esté aclarado antes de entrar a instalaciones militares”, señalan miembros de la reserva naval que piden mantener su identidad en reserva.
Los oficiales explican que cualquier ciudadano puede acudir a estos lugares como invitado, siempre y cuando se cumplan los protocolos y exista la autorización correspondiente. El punto de fricción, aseguran, es que el ingreso de Petro se estaría dando “como si no existieran tensiones alrededor de su situación jurídica”.
Añaden que, una vez resuelva sus procesos, su presencia no generaría rechazo, incluso podría asistir bajo las reglas normales como invitado de un socio. Pero hacerlo en el contexto actual “lesiona la moral interna y envía un mensaje equivocado”.
La Armada Nacional no ha emitido un comunicado oficial sobre el tema, pero dentro de los círculos militares las voces de inconformidad continúan aumentando.




