Lo primero que sienten quienes cruzan la puerta del aeropuerto Ernesto Cortissoz no es la bienvenida del Caribe, sino una ola de calor que sofoca. En un edificio sin aire acondicionado y con temperaturas que han superado los 32 grados, viajar desde o hacia Barranquilla se ha vuelto un reto físico.
Ya son más de tres días sin sistema de ventilación adecuado en una terminal que se precia de ser internacional. El calor, que afuera se combate con sombra o viento, dentro del aeropuerto se multiplica entre paredes cerradas y multitudes esperando vuelos. La paciencia se evapora con el sudor.
Pedro Ortiz, viajero frecuente, lo resume con fastidio:
“Las esperas aquí son horribles. Uno viene corriendo, con maletas, apurado… y este calor empeora todo. No es la primera vez que pasa, y uno no entiende cómo no solucionan esto”.
Para quienes llegan del extranjero o de regiones frías, la sensación es aún más abrumadora. Lilian Cruz, que arribó desde Ciudad de México con su familia, lo vivió así:
“Pensamos que al entrar al edificio podríamos descansar del clima. Pero no, el calor es más fuerte adentro. Es estresante”.
En las salas de espera se ven escenas repetidas: personas abanicándose con carpetas, otros improvisan ventiladores con periódicos, algunos se refugian cerca de ventiladores portátiles cuando los hay. Los adultos mayores parecen los más afectados.
Diana Martínez, proveniente de Boyacá, no ocultó su molestia mientras ayudaba a sus padres mayores a refrescarse:
“Esto no es digno para un aeropuerto que recibe vuelos internacionales. Es un riesgo para la salud. Mis papás no están acostumbrados a este clima, y estar en estas condiciones puede ser muy peligroso”.
Hasta el momento, las autoridades aeroportuarias no han emitido un comunicado oficial sobre la causa ni el tiempo estimado para solucionar la falla. Mientras tanto, los usuarios siguen a la espera —literal y figuradamente— de un aire que refresque no solo el ambiente, sino también la confianza en un servicio esencial.