Lo que comenzó como una supuesta oferta de trabajo terminó en uno de los casos más alarmantes de violencia política en el país. Katerine Andrea Martínez Martínez, una joven barranquillera de 19 años, confesó ante la Fiscalía que participó en la logística del atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, y que por este crimen se habría ofrecido una suma de hasta $700 millones de pesos.
El testimonio de Katerine, alias Gabriela, revela los detalles de un plan meticulosamente ejecutado por una red criminal liderada por un hombre conocido como alias ‘El Costeño’, presunto sicario con trayectoria en Cali y Bogotá. Según la confesión, fue este hombre quien la reclutó y le ofreció dinero por participar en una operación que incluía transportar armas y ubicar a un menor de edad dispuesto a asesinar al senador.
“Necesitaban un menor suicida”
Según la declaración de Katerine, El Costeño le preguntó directamente si conocía a un adolescente de entre 14 y 16 años, para usarlo como autor material del atentado. La razón era fría y calculada: si era menor de edad, solo sería enviado a una correccional y saldría libre en poco tiempo. “Me dijo que era mejor si tenía antecedentes o si no tenía padres que estuvieran pendientes de él”, relató la joven.
El objetivo era claro: asesinar a Miguel Uribe, entregarse a la Policía y cobrar el pago. Para convencer al menor, ofrecían entre 100 y 150 millones de pesos.
Arma extranjera y escape planificado
El día del atentado, los involucrados se encontraron cerca del parque El Golfito, donde había una concentración política. El menor y El Costeño se reunieron en un vehículo Spark gris. Katerine cuenta que en ese momento le entregó el arma a El Costeño, quien revisó el proveedor, cargó la pistola y explicó que era automática, de fabricación extranjera, y que había costado entre 15 y 20 millones de pesos.
“El muchacho estaba eufórico, decía: ‘Lo vamos a hacer real, le voy a pegar todos en la cabeza’”, confesó Katerine. Le dieron cinco minutos para ejecutar el crimen. También le aseguraron que si no lograba huir en moto, habría un plan B: el mismo Spark lo recogería.
El joven, sin embargo, fue interceptado y detenido tras un cruce de disparos con un civil armado. En medio del caos, El Costeño y Katerine huyeron. “Vi cuando el chico corrió. Un civil sacó una pistola y salió detrás de él disparando. Nos escondimos”, narró.
Amenazas internas y fuga frustrada
Tras el atentado, Katerine se enteró de que el objetivo había sido un senador, y escuchó a los hermanos de El Costeño planear eliminar al menor y al conductor del vehículo usado en la operación, para borrar evidencias.
Días después, El Costeño le pidió que huyera a Florencia, Caquetá, para evitar ser capturada. La joven, temiendo por su vida, se refugió allí, pero finalmente fue detenida por las autoridades, al igual que otras tres personas, incluyendo al menor que ejecutó los disparos.
Miguel Uribe, gravemente herido, permanece bajo cuidados intensivos en la Fundación Santa Fe de Bogotá. Mientras tanto, la Fiscalía avanza en la investigación para desmantelar por completo la estructura criminal detrás del atentado.
¿Quién está detrás?
Aunque las autoridades no han confirmado públicamente los autores intelectuales del plan, el hecho de que se ofrecieran $700 millones por el asesinato de un líder político sugiere intereses oscuros, posiblemente vinculados a redes narcotraficantes o actores políticos clandestinos.
El caso reabre un profundo debate sobre el uso de menores en estructuras criminales, la descomposición de ciertos entornos urbanos y la fragilidad de la seguridad incluso para figuras de alto perfil.