La tregua entre el excanciller Álvaro Leyva Durán y el presidente Gustavo Petro se ha roto por completo. Lo que comenzó como una disputa interna dentro del Gobierno por la licitación de pasaportes, hoy toma la forma de una ruptura pública, amarga y con ecos judiciales.
Este lunes, Leyva reapareció con un nuevo y contundente comunicado. Su contenido, más que una simple carta, es una declaración de combate: asegura ser víctima de una persecución sistemática por parte de su exjefe político, a quien acusa de estar detrás de un presunto montaje judicial en su contra.
Según el excanciller, un agente de policía judicial habría intentado contactar a una persona cercana para imponerle una medida de arraigo. Esto —dice— sin que exista una notificación formal de investigación alguna o una citación de la justicia. Para Leyva, el episodio es parte de un intento deliberado de silenciarlo, dirigido directamente desde la Casa de Nariño.
“Esto tiene como origen el delirio del presidente sobre un supuesto complot internacional”, afirma, en referencia a la acusación no comprobada de una conspiración con el congresista estadounidense Mario Díaz-Balart. Pero Leyva va más allá: asegura que su familia ha recibido amenazas desde que Petro lo señaló públicamente, y responsabiliza al presidente de cualquier daño que pueda ocurrirle a él o a sus allegados.
El tono del exministro, que ya había escalado en anteriores cartas enviadas en abril y mayo, hoy toma una forma más dramática. Anuncia que llevará su caso ante organismos internacionales, acusando al mandatario de liderar una “violenta persecución” que estaría deteriorando la imagen de Colombia en el exterior. No se guardó adjetivos: calificó el comportamiento del presidente como “enfermo y descontrolado”.
“¡No me callará!”, sentenció al cierre del comunicado, advirtiendo que pronto enviará una nueva carta dirigida directamente a Petro. La confrontación, hasta hace poco velada por formalidades institucionales, entra ahora en un terreno impredecible. La fractura entre Leyva y el Gobierno que ayudó a construir es total, y sus efectos podrían ir más allá de lo personal o lo político.
En un país donde las tensiones entre antiguos aliados suelen tener consecuencias imprevisibles, la disputa entre el excanciller y el presidente podría abrir un nuevo capítulo de inestabilidad en el ya agitado panorama institucional colombiano.