El informe “Situación de la pobreza de aprendizaje a nivel mundial: actualización 2022”, elaborado por el Banco Mundial, Unesco, Unicef, el Ministerio de Relaciones Exteriores, del Commonwealth y de Desarrollo (Fcdo) del Reino Unido, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la Fundación Bill y Melinda Gates, muestra que, en términos comparativos, la crisis educativa en América Latina y el Caribe coloca a la región en el segundo peor lugar a nivel mundial. Apenas la región de África Subsahariana muestra una tasa más alta de pobreza de aprendizaje, con nueve de cada diez alumnos que no pueden leer y comprender un texto simple al final de la primaria.
América Latina y el Caribe muestra el aumento más pronunciado en este índice desde 2019, seguida de Asia Meridional.
De acuerdo con el informe, esto probablemente se deba a la duración de los cierres de escuela en ambas regiones.
Según el documento, la pobreza de aprendizajes se incrementó en un tercio en los países de ingreso bajo y mediano, donde se estima que el 70 % de los niños de 10 años no pueden comprender un texto simple. Esta tasa era del 57 % antes de la pandemia, pero la crisis del aprendizaje se ha profundizado. La presente generación de estudiantes se arriesga a perder USD 21 billones (en valor actual) de ingresos potenciales a lo largo de la vida, o el equivalente al 17 % del PIB mundial de hoy en día, en comparación con los USD 17 billones estimados en 2021.
Otro informe del Banco titulado “Dos años después salvando a una generación”, prevé que cuatro de cada cinco alumnos de sexto grado en América Latina y el Caribe (ALC) no alcancen el nivel mínimo de comprensión lectora y que estas pérdidas de aprendizaje podrían costar a los alumnos de hoy una reducción en sus ingresos del 12 por ciento a lo largo de su vida.
Los niños de América Latina y el Caribe vivieron algunos de los cierres de escuela por Covid-19 más largos y constantes del mundo. En promedio, desde el comienzo de la pandemia los alumnos de la región perdieron, parcial o completamente, dos tercios de los días de clase presenciales, con una pérdida estimada de 1,5 años de aprendizaje.
“El hecho de que una gran mayoría de los alumnos de sexto grado tal vez no logre comprender lo que leen pone un signo de interrogación sobre el bienestar futuro de millones de niños que aún no desarrollaron competencias fundamentales críticas, algo que eleva el riesgo de profundizar aún más las desigualdades de larga data en la región”, dijo Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
Los niños más jóvenes y vulnerables han sido desproporcionadamente afectados por estas pérdidas de aprendizaje, como muestra la evidencia más reciente a lo largo de la región, sentando las bases para una mayor desigualdad y una crisis generacional.
“América Latina y el Caribe ya perdió más de diez años de avances en términos de aprendizaje a causa de los dos años de cierre de escuelas por Covid-19. Y esta catástrofe educativa sigue en marcha, día tras día”, dijo Jean Gough, director regional de Unicef para América Latina y el Caribe. “Si bien la mayoría de las escuelas de la región ha reabierto, vemos que demasiados niños no han podido regresar a la escuela a tiempo completo, y muchos de los que han regresado están perdidos. En ambos casos no están aprendiendo. Cerrar los ojos ante la crisis educativa más severa jamás enfrentada por la región perjudicará a los jóvenes de hoy y a todos nosotros a largo plazo”.
Ante esta crisis, el Banco insta a los gobiernos a enfocar sus políticas en dos estrategias esenciales: regresar a la escolaridad y recuperar el aprendizaje perdido. El regreso a la escolaridad apunta a completar la reapertura de todas las escuelas de forma sostenible, a reinscribir a todos los estudiantes y a evitar la deserción. La agenda para recuperar el aprendizaje debe priorizar las habilidades fundamentales en lectura y matemáticas, evaluar el nivel de aprendizaje, y poner en marcha estrategias y programas de recuperación del aprendizaje a gran escala. También es necesario abordar las necesidades psicosociales de alumnos y docentes y las brechas digitales para enfrentar estos desafíos.