Lejos de los estadios, los aplausos y la gloria deportiva, Anthony De Ávila, conocido como el ‘Pitufo’, ídolo del América de Cali y exjugador de la Selección Colombia, continúa cumpliendo una condena por narcotráfico en Italia, en medio de condiciones carcelarias consideradas precarias por su defensa.
Desde su captura el 22 de septiembre de 2021 en la ciudad de Nápoles, poco se sabía del paradero y estado actual del exfutbolista. Sin embargo, recientemente se filtraron imágenes de la cárcel de Poggioreale, donde De Ávila permanece detenido. Este centro penitenciario, también conocido como “la cárcel de la Camorra”, ha sido señalado por organismos de derechos humanos por casos de hacinamiento, tortura y malos tratos a los internos.
De Ávila, quien está próximo a cumplir 63 años, fue condenado por tráfico internacional de drogas y estaría vinculado al clan Buonerba, una red de narcotráfico con operaciones en Nápoles y Génova. Su caso no es nuevo: en 2004 ya había enfrentado una condena relacionada con delitos similares.
La prisión de Poggioreale, construida en 1914 con capacidad para 1.680 reclusos, alberga actualmente a más del doble de esa cifra, lo que agrava las condiciones de vida de los internos. Según declaraciones de su abogado, Fabrizio de Maio, al diario Extra de Ecuador, “normalmente, si un hombre es condenado por este delito en Italia, debe cumplir toda la pena en prisión sin posibilidad de beneficios”. En ese sentido, De Ávila permanecería tras las rejas hasta, al menos, el año 2033.
Su familia, que ha seguido de cerca el proceso legal, ha hecho esfuerzos económicos considerables para financiar la defensa del exjugador, aunque los resultados no han sido alentadores. Los recursos legales para obtener una reducción de pena han sido limitados debido a la severidad del sistema judicial italiano en casos de narcotráfico.
Anthony De Ávila fue una de las figuras más destacadas del fútbol colombiano en los años 80 y 90, reconocido por sus goles con el América de Cali y su participación en Copas del Mundo. Hoy, su realidad es muy distinta, marcada por una condena, una celda estrecha y un futuro judicial incierto.