A veces no hace falta decir una sola palabra para que todo el país entienda el mensaje.
Este miércoles, el ministro del Interior, Armando Benedetti, protagonizó una escena que dejó más preguntas que respuestas: al ser abordado por periodistas sobre la comparecencia de la canciller Laura Sarabia ante la Fiscalía, el ministro optó por cubrirse la boca con ambas manos y guardar silencio absoluto.
El gesto, más propio de un mimo que de un jefe de cartera, ocurrió justo cuando la tensión política vuelve a escalar por el caso que involucra a Benedetti y por el cual Sarabia rindió testimonio. La canciller, representada por su abogada Lina Sandoval, acudió a la diligencia en calidad de víctima de presunta violencia de género y anunció que habrá más entregas de pruebas, entre ellas audios y mensajes comprometedores.
Mientras tanto, Benedetti prefirió el mutismo dramático, interrumpido solo por una invitación a marchar el 1° de mayo. “Invito a la ciudadanía a que participe mañana en la marcha para que sea apoteósica”, dijo, como si no le acabaran de preguntar por una investigación penal que lo roza de cerca.
Ver esta publicación en Instagram
El gesto no pasó desapercibido. Algunos lo leyeron como un intento de no agravar su situación legal, otros como una forma de desmarcarse del escándalo. Pero el silencio también comunica, y en política, los gestos pesan tanto como las palabras.
En paralelo, se conocieron audios que Laura Sarabia entregó a la Fiscalía. En uno de ellos se escucha a Benedetti asegurando que había hablado con altos funcionarios del ente acusador y que no pasaría “absolutamente nada” si lo llegaban a mencionar en algún proceso. “Me dijeron que no pasa un culo”, dice textualmente en el registro.
Sarabia, por su parte, fue clara en su declaración: “Defender mi nombre no es un acto de vanidad”. Afirmó que, aunque hace parte del Gobierno, eso no implica que renuncie a proteger sus derechos como mujer ni como funcionaria pública.
Así, mientras la Fiscalía avanza y las tensiones dentro del Gobierno afloran, el ministro Benedetti eligió callar. Pero el país escuchó igual.