La noticia de la muerte de Luis Alfredo Garavito el 12 de octubre ha sido recibida con indiferencia y, en algunos casos, alivio por parte de los colombianos. Este hombre, quien admitió haber asesinado y torturado a 189 niños en Colombia, pasará a la historia como uno de los criminales más despreciados del país.
Su fallecimiento se produjo mientras cumplía su condena en la cárcel de máxima seguridad La Tramacúa de Valledupar, donde estaba bajo estricta custodia las 24 horas del día y separado de otros reclusos debido al temor de represalias en su contra.
El deceso de Garavito ha dejado a las autoridades locales con la responsabilidad de encargarse de su sepelio, ya que nadie se ha presentado para reclamar su cuerpo en Medicina Legal. Felipe Murgas, Secretario de Gobierno de Valledupar, confirmó que la entidad territorial será la encargada de brindarle una sepultura digna, la cual se llevará a cabo en el antiguo Cementerio Central de la capital del Cesar.
Aunque se ha mencionado que un sobrino de Garavito podría estar interesado en reclamar el cuerpo, hasta el momento no se han avanzado en los trámites correspondientes. La falta de interés por parte de la comunidad en este triste episodio de la historia colombiana refleja el repudio generalizado que Luis Alfredo Garavito enfrentó durante su vida, así como en su muerte.