Sandra Ortiz, exfuncionaria de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), quien fue recientemente enviada a prisión preventiva por su presunta participación en actos de corrupción, podría enfrentar un grave riesgo dentro del sistema penitenciario colombiano.
Especialistas en seguridad y derechos humanos han expresado su preocupación debido a la naturaleza de los cargos que enfrenta y las posibles amenazas que podrían surgir en su contra debido al perfil político y económico de su caso.
Ortiz, quien formó parte del gobierno de Gustavo Petro, está siendo investigada por su presunta implicación en la desviación de recursos destinados a situaciones de emergencia. Se trata de un delito de alta relevancia, que podría generar adversarios tanto en el ámbito político como en el económico, lo que aumenta las preocupaciones sobre su seguridad personal. Fuentes cercanas a la defensa de la exfuncionaria han señalado que su bienestar físico y psicológico está en peligro, considerando las difíciles condiciones que imperan en el sistema penitenciario colombiano, que enfrenta serios problemas de hacinamiento y falta de infraestructura adecuada.
La noticia ha desatado un debate sobre las condiciones de detención de los implicados en casos de alta relevancia, con algunos defensores de derechos humanos solicitando que se tomen medidas especiales para garantizar su integridad. Algunos sugieren que Ortiz debería recibir un trato diferenciado, que incluya vigilancia especial o el traslado a una unidad con mayores garantías de seguridad.
Por su parte, las autoridades penitenciarias han asegurado que se tomarán todas las precauciones necesarias para proteger a Ortiz durante su tiempo en prisión preventiva. Sin embargo, la incertidumbre sobre la efectividad de esas medidas sigue siendo un tema de preocupación, especialmente ante la creciente presión por la complejidad del caso.
Este nuevo giro en el caso de Sandra Ortiz pone de relieve las complicaciones inherentes a los procesos judiciales que involucran a figuras públicas en Colombia, en un contexto donde los riesgos de seguridad y las implicaciones políticas de tales casos siguen siendo un tema central en el debate público. Mientras tanto, la situación de Ortiz sigue siendo monitoreada de cerca por organizaciones que velan por los derechos humanos y la transparencia del sistema judicial.