Desde una cama de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Santa Clara, una comerciante informal de 40 años, que se gana la vida vendiendo dulces en las calles de Bogotá, quisiera devolver el tiempo para ponerse la vacuna y evitar haber enfrentado la muerte en una UCI, debido al complejo estado de salud por culpa del COVID-19.
El miedo a las agujas e incluso el temor a morir por aplicarse las dosis, eran algunos de los mitos que escuchaba de otras personas y lo que conllevó a que no se vacunara.
Reconoce que a pesar de que sus hijos, dos recicladores que al igual que ella se la rebuscan por salir adelante, le insistieron para que recibiera la inmunidad, ella siempre se negó́ ante esta posibilidad.
“Ellos siempre me regañaban para que me vacunara, no hice caso y vea”, afirmó, mientras señalaba la situación en la que se encontraba: acostada en una cama y con dificultad respiratoria.
Casos como estos se han vuelto comunes en las UCI de la ciudad. De acuerdo a lo evidenciado por el Dr. Guillermo Ortiz, líder UCI de la Subred Centro Oriente, la capital del país atraviesa por dos tipos de picos.
El no poder respirar, dormir, comer y estar con la zozobra de que nunca pudiera despertar, es parte de lo que ha tenido que enfrentar cada minuto dentro de la UCI, cosas que como ella dice, pudo haber evitado. “Son cosas de mi Dios, para aprender la lección”, manifestó.
“Por un lado los pacientes vacunados, con enfermedades leves y moderados. Pero, por otro lado, tenemos la epidemia de los no vacunados, estos pacientes ingresan por una enfermedad severa, caracterizado por una falla respiratoria aguda, con una mortalidad muy parecida a la que tuvimos el año pasado”, señaló.