Este sábado Colombia conmemora el 215.º aniversario del 20 de julio de 1810, fecha en la que se encendió la chispa del proceso emancipador que llevaría, años más tarde, a la independencia definitiva del dominio español. Aquel día, aparentemente cotidiano, fue en realidad el punto de partida de un largo camino hacia la libertad, marcado por luchas sociales, cambios políticos y resistencia cultural.
El día que un florero encendió la historia
Era viernes, día de mercado, y la Plaza Mayor de Santa Fe —la actual Bogotá— estaba repleta de ciudadanos de todas las clases sociales. En medio del bullicio, un incidente aparentemente trivial se convirtió en un acto simbólico: un criollo pidió prestado un florero al comerciante español José González Llorente. La negativa del español fue el detonante de un conflicto entre criollos y peninsulares que culminaría en la conformación de la Primera Junta de Gobierno Criolla.
Aunque en ese momento se proclamó lealtad al rey Fernando VII —entonces prisionero de Napoleón—, el hecho representó el comienzo del proceso de independencia y del quiebre del orden colonial en el Nuevo Reino de Granada.
Más que un grito: el inicio de una nueva era
El 20 de julio no fue aún la independencia absoluta, sino un acto político que reflejaba el creciente malestar frente al dominio español y el deseo de autogobierno. La independencia completa solo llegaría nueve años después, con la victoria patriota en la Batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1819.
Ese primer grito fue también el origen del Ejército Nacional, que surgió como una necesidad urgente para defender los ideales de libertad y república.
La herencia colonial y la lucha por el cambio
Durante más de tres siglos, lo que hoy conocemos como Colombia fue parte del imperio español, que surgió a finales del siglo XV tras la unión de los reinos cristianos de Castilla, León y Aragón. Desde entonces, el dominio español impuso una estructura política, religiosa y económica basada en el mercantilismo, la encomienda y la evangelización católica, que dejó profundas huellas en la identidad del país.
El territorio colombiano fue administrado como el Nuevo Reino de Granada, una de las principales divisiones del virreinato, y fue escenario de una intensa fusión de culturas: europeas, indígenas y africanas, cuyas expresiones aún perviven en la música, la gastronomía, el idioma y las tradiciones del país.
Las reformas borbónicas y la semilla de la inconformidad
A inicios del siglo XVIII, con el ascenso de la Casa de Borbón al trono español, se implementaron reformas administrativas y fiscales que acentuaron el descontento entre criollos y clases populares. Estas transformaciones económicas y políticas encendieron una serie de movimientos de resistencia que, finalmente, condujeron al levantamiento del 20 de julio de 1810.
Este grito no solo fue un acto político, sino una proclama de naturaleza republicana, que sembró las bases para la construcción de una nueva nación, libre y soberana.
Hoy, 215 años después, Colombia recuerda el valor de quienes alzaron la voz en la plaza y sembraron la semilla de la libertad.
El 20 de julio es más que una fecha patriótica: es un llamado a no olvidar que la independencia fue una conquista colectiva, que sigue construyéndose día a día con democracia, justicia y memoria.