“Madre solo hay una”, dice la gente. Y es verdad… aunque a veces esa madre no es la que nos dio la vida, sino la que nos la sostuvo. La que nos eligió. La que se quedó.
Este Día de las Madres queremos abrazar con palabras a esas mujeres que, sin tener una historia de parto, tienen una historia de amor. A las que aprendieron a ser mamá sin manual, sin títulos, sin instrucciones… solo con el corazón abierto.
A esas madres que llegaron en el momento justo. Que cuidaron cuando otros se fueron. Que escucharon cuando nadie más lo hizo. Que protegieron sin obligación. Que amaron por pura voluntad.
Son las madres de crianza, las de alma grande y pasos firmes. Las que curan con un beso, enseñan con el ejemplo y sanan con su presencia. Las que no aparecen en los certificados de nacimiento, pero sí en cada logro, en cada sonrisa, en cada recuerdo.
Ser madre no siempre implica dar vida… a veces implica dar sentido. Ser abrigo. Ser guía. Ser consuelo. Ser raíz.
Por eso, este día también es de ellas. De las mujeres que decidieron ser refugio, ser voz dulce en la tormenta, ser el lugar donde siempre se puede volver.
Gracias, mamá… aunque no me hayas llevado en tu vientre, me llevas en el alma. Gracias por elegir quedarte, por abrazar mis miedos, por enseñarme a creer en el amor que no necesita apellidos para ser verdadero.
Hoy te celebramos. Y no solo hoy… porque el amor como el tuyo no cabe en un solo día. Vive en nosotros. Para siempre.