Por: Yasher Bolívar Pérez
En un partido disputado por el honor más que por la clasificación, América de Cali se impuso 1-0 frente a Junior en el estadio Metropolitano, con gol del delantero peruano Luis Ramos. El encuentro, jugado con un ambiente de desilusión tras la clasificación anticipada del Medellín, dejó expuestas las carencias colectivas de un Junior que finaliza su participación con una sola unidad y una crisis de juego inocultable.
Más allá del marcador, el equipo barranquillero mostró una preocupante desconexión táctica y emocional, acentuada por dos expulsiones —Howell Mena y José Enamorado— que terminaron por sellar una noche sin brújula. Junior, sin argumentos ni reacción, cerró los cuadrangulares como colero del Grupo A, mientras América, pese a su triunfo, también quedó fuera de la final.
Este resultado ratifica una tendencia que trasciende lo deportivo: la ausencia de un proyecto sostenido en Junior, la opacidad en la toma de decisiones y el deterioro del vínculo con su afición. Más que una eliminación, lo que se vivió en el Metropolitano fue la confirmación de un fracaso estructural que exige explicaciones claras y una revisión a fondo del modelo de gestión.