Por: Yasher Bolívar Pérez
Noruega vivió este domingo una de esas noches que quedan marcadas para siempre. Después de casi tres décadas sin pisar una Copa del Mundo, la selección nórdica logró su clasificación al Mundial del 2026, y lo hizo con la fuerza de una generación que ha venido creciendo paso a paso. En el centro de esa alegría está Erling Haaland, el delantero que se convirtió en símbolo de un país entero y que celebró con el alma un regreso esperado desde Francia 98.
El partido que selló el sueño no fue sencillo. Italia, necesitada y presionada, empezó arriba en el marcador, pero Noruega no se rindió y terminó firmando una remontada histórica con un contundente 1-4. Cada gol se sintió como un desahogo, como una confirmación de que el proceso, el trabajo y la constancia finalmente dieron frutos. Haaland, líder dentro y fuera de la cancha, fue la imagen de esa determinación que ilusiona a miles de hinchas.
Mientras Noruega festeja, Italia enfrenta el amargo camino del repechaje, un contraste que refleja la fuerza emocional de esta jornada. Para los noruegos, esta clasificación es más que un boleto al Mundial: es el cierre de una espera larga, la recompensa a una generación talentosa y el comienzo de un capítulo que sueñan escribir con grandeza. Ahora, de la mano de su figura, el país se prepara para vivir el Mundial como no lo hacía desde hace 28 años.









