Por: Yasher Bolívar Pérez
El fútbol de la Primera C en Colombia quedó marcado por un episodio lamentable en el estadio Chelo Castro de Aracataca. La árbitra Vanessa Ceballos fue agredida con una bofetada por el jugador Javier Bolívar, tras ser expulsado durante el partido entre Deportivo Quique y Real Alianza Aracataca. El hecho, registrado en video por los aficionados, provocó un fuerte rechazo en redes sociales y reabrió el debate sobre la violencia y la falta de respeto hacia las mujeres en el deporte.
La Liga de Fútbol del Magdalena condenó el acto y recalcó que no tolerará ningún tipo de agresión contra los jueces, en especial cuando se trata de violencia de género. La situación pone sobre la mesa la urgencia de reforzar medidas de seguridad para los árbitros, un gremio que a menudo enfrenta hostilidad en escenarios deportivos, y que en el caso de las mujeres suele estar expuesto a mayores riesgos por el machismo aún presente en el fútbol.
Por su parte, el jugador ofreció disculpas públicas en una transmisión de Facebook, alegando que se trató de un “momento de calentura” y expresando temor por una sanción que podría frustrar su sueño de llegar al fútbol profesional. Sin embargo, para gran parte de la opinión pública, la justificación no es suficiente y el caso podría convertirse en un precedente para endurecer las sanciones frente a actos de violencia dentro y fuera de la cancha.