Por: Yasher Bolívar Pérez
Antes siquiera de decir su primera palabra al aire, Michael Jordan ya es el centro de una controversia: su regreso a la NBA como comentarista para NBC ha provocado una tormenta mediática por el salario que supuestamente recibiría. Diversas filtraciones lo ubicaron cobrando 40 millones de dólares al año, una cifra que duplicaría lo que ganan figuras como Charles Barkley en TNT. Aunque la información fue calificada de “inexacta” por fuentes cercanas a la cadena, NBC optó por el silencio, avivando aún más el debate.
La discusión no es menor. En un mercado donde los comentaristas estrella —como Tom Brady o Shaquille O’Neal— se cotizan como atletas de élite, la llegada de Jordan cambia las reglas del juego. ¿Debe una figura con un valor de marca superior a los 2.000 millones cobrar más que cualquier otro? ¿O su motivación, como algunos analistas sugieren, va más allá del dinero? La falta de claridad ha permitido que la especulación se instale como protagonista de una historia que aún no comienza.
Mientras tanto, Jordan prepara su debut en segmentos grabados, con un rol analítico que se limitará —al menos al principio— a intervenciones puntuales durante transmisiones clave. Lejos de los tableros, pero cerca del foco mediático, el ex número 23 pisa de nuevo el terreno de la NBA, esta vez como voz y no como ídolo. Y, como siempre que aparece, el ruido es inevitable.