Por: Yasher Bolívar Pérez
La noche del domingo en San Juan tuvo un giro inesperado cuando Kylian Mbappé y Achraf Hakimi, dos de los nombres más resonantes del fútbol internacional, aparecieron como invitados especiales en el concierto de Bad Bunny en el Coliseo de Puerto Rico. El evento, parte de su ambiciosa residencia “No me quiero ir de aquí”, se convirtió una vez más en punto de encuentro entre el deporte de élite y la cultura urbana caribeña.
La escenografía, que simula la residencia del artista, sirvió como epicentro de una fiesta en la que los futbolistas no pasaron desapercibidos. Con micrófono en mano, Mbappé incluso improvisó con una frase local —“Acho, PeRRe e’ otra cosa”— mientras compartía tarima con el rapero Eladio Carrión. La presencia de ambos no solo generó entusiasmo entre los asistentes, sino que también reafirmó la estrecha amistad que los une, más allá de sus caminos deportivos divergentes.
Aunque hoy defienden camisetas distintas —Mbappé en el Real Madrid y Hakimi en el PSG—, su encuentro en Puerto Rico confirmó que los lazos construidos en años anteriores siguen intactos. En medio de una gira llena de simbolismo y cultura, el gesto de ambos no fue solo una aparición pública: fue un guiño al poder de la música para unir mundos y fronteras.