Por: Yasher Bolívar Pérez
Lo que debía ser una fiesta de fútbol terminó en una pesadilla. El partido entre Independiente y Universidad de Chile por la Copa Sudamericana, disputado en Avellaneda, fue suspendido al inicio del segundo tiempo tras desatarse graves incidentes en las tribunas. Según el Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, al menos 20 personas resultaron heridas, dos de ellas de gravedad con traumatismos craneoencefálicos que obligaron a cirugías de urgencia.
El caos comenzó con el lanzamiento de proyectiles desde la parcialidad visitante hacia la hinchada local: piedras, palos, pedazos de mampostería e incluso inodoros cayeron desde la tribuna superior, lo que provocó pánico y corridas. Aunque el árbitro intentó reanudar el juego, apenas duró tres minutos antes de la suspensión definitiva. Conmebol declaró el partido “cancelado” por falta de garantías de seguridad, mientras que se reportaron cerca de 90 detenidos en medio de la violencia.
La magnitud del descontrol traspasó fronteras. El presidente de Chile, Gabriel Boric, condenó los hechos, calificándolos de “inadmisibles” y cuestionando tanto la violencia de las barras como la organización del evento. Además, aseguró que el Gobierno chileno está acompañando a los compatriotas heridos y detenidos en Argentina. Ahora será la Conmebol la que defina el futuro de la serie, en medio de la indignación por una noche que dejó más heridas que fútbol.