“Fue un error”, pero mataron a una docente: las dudas y el dolor que deja un crimen
La tarde del 22 de mayo quedó marcada con sangre en el exclusivo conjunto residencial cerca al Castillo de Salgar. Allí, en un confuso episodio que aún levanta más preguntas que respuestas, fue asesinada Lissi Judith Camargo Noriega, una docente pensionada de 62 años, mientras regresaba a su casa con su yerno, Ángel José Daza Cuello.
La escena quedó registrada por una cámara de seguridad: la camioneta de la profesora seguía, sin sospecharlo, la del exrepresentante a la Cámara Gerardo Vecino Villarreal. Al parecer, Vecino creyó ser perseguido. Su escolta, adscrito a la Unidad Nacional de Protección (UNP), descendió del vehículo y poco después, dos vigilantes del conjunto comenzaron a disparar.
Fueron disparos fatales. Dos de ellos impactaron en la cabeza de Lissi Judith Camargo. Murió horas después en la Clínica Portoazul. Su yerno, ileso físicamente, quedó marcado por una escena que no logra borrar: intentó pedir ayuda a los mismos hombres que dispararon. Nadie respondió. Vecino, dicen los testigos, entró a su casa sin mirar atrás.
El caso, de por sí trágico, se ha vuelto más polémico por el desarrollo judicial. Solo dos personas han sido capturadas: los vigilantes Wilmer Mercado y William Sanjuan, ambos de 45 años, vinculados a la empresa Curtiembres Búfalo SAS. A ellos se les imputaron los delitos de homicidio agravado y tentativa de homicidio, aunque no aceptaron los cargos. Sin embargo, el juez les otorgó detención domiciliaria, una medida que ha desatado la indignación de la familia.
“No es justo”, dicen los familiares de la víctima. “Los dos que dispararon están en sus casas. Y el escolta y el señor Vecino, que también participaron, están libres”. Alegan que hay irregularidades en la investigación, que el caso ha avanzado en silencio y que el fiscal del caso ha decidido no vincular ni al excongresista ni a su escolta, a pesar de que el video muestra claramente que también usaron sus armas.
La Policía reconoció que se trató de un error: los ocupantes del vehículo no representaban ninguna amenaza. Pero la vida de Lissi se perdió en cuestión de segundos, y ahora la justicia parece tambalear entre omisiones y privilegios. La familia insiste en que la versión oficial no les basta. Quieren saber por qué se disparó, quién dio la orden y, sobre todo, quién responderá por la vida de una mujer que solo volvía a casa.