La voz de Ricardo Antonio Valderrama García, líder social del norte de Antioquia, fue acallada con balas, pero su lucha contra la violencia y la ilegalidad no ha sido olvidada. Esta semana, casi dos años después de su asesinato, la justicia dio un paso clave: Sebastián Chavarría Mazo, alias ‘Guacha’, fue enviado a prisión, señalado como uno de los responsables del crimen.
Alias Guacha es presunto integrante de la estructura criminal Edwin Román Velásquez Valle, del temido Clan del Golfo, organización que ha sembrado el terror en varias regiones del país. Según la Fiscalía General de la Nación, el capturado habría sido parte del grupo armado que irrumpió el 17 de octubre de 2022 en una finca de la vereda El Mandarino, en Ituango, y secuestró a Valderrama, llevándolo a la fuerza a un predio en el sector Monte Alto. Allí, lo mantuvieron retenido durante seis días, hasta que finalmente fue asesinado con arma de fuego.
¿Por qué mataron a Ricardo Valderrama?
Su pecado fue alzar la voz. Valderrama se había convertido en un obstáculo incómodo para los intereses del Clan del Golfo en la región. Denunció con firmeza el cobro de extorsiones, la venta de drogas y el hostigamiento a comunidades que se negaban a colaborar con el grupo armado.
Las autoridades afirman que su muerte fue un mensaje de terror: el precio a pagar por resistirse. Pero también fue una señal clara del nivel de penetración que aún conservan estas estructuras criminales en las zonas rurales del país.
Cargos e investigación
La Unidad Especial de Investigación (UEI) de la Fiscalía le imputó a alias Guacha los delitos de homicidio agravado, secuestro simple, concierto para delinquir agravado y porte ilegal de armas. Aunque el procesado no aceptó los cargos, un juez de control de garantías ordenó su reclusión en centro carcelario, mientras avanza el proceso judicial.
Un crimen que no se olvida
El asesinato de Valderrama no es solo una tragedia individual, es un golpe más al liderazgo social en Colombia, donde defensores de derechos humanos y líderes comunitarios siguen cayendo en silencio, en medio del conflicto entre intereses ilegales y el olvido institucional.
Hoy, mientras uno de sus presuntos verdugos enfrenta la justicia, la comunidad de Ituango recuerda a Ricardo no solo como víctima, sino como símbolo. Porque aunque lo desaparecieron físicamente, su voz sigue viva en la causa que defendió hasta el último día.