La madrugada del viernes se tiñó de luto en Soledad. José Gregorio Pacheco Niebles, de 30 años, no resistió más. Su cuerpo, herido de gravedad tras un ataque a bala dos días antes, se apagó en una camilla de la Clínica Universidad del Norte, cerrando así un trágico episodio de violencia que comenzó la noche del miércoles en el barrio La Arboleda.
El ataque ocurrió frente a la parroquia María Rosa Mística, a las 9:00 p. m., cuando José Gregorio y su compañero Carlos Augusto Durán Marín se movilizaban en un motocarro azul. Nadie vio venir lo que estaba por suceder. Dos hombres en moto se acercaron, uno de ellos sacó un arma y sin mediar palabra disparó repetidamente. Carlos, el conductor del vehículo, murió al instante. José quedó gravemente herido.
Durante dos días, su familia mantuvo la esperanza. Pero la violencia, esa que se arrastra por las calles de Soledad como una sombra silenciosa, terminó cobrando su segunda víctima a la 1:55 a. m. del 20 de junio.
¿Extorsión, la causa detrás del crimen?
Las autoridades ya investigan lo que podría ser una nueva escalada del cobro de extorsiones a motocarristas. La hipótesis más fuerte habla de una disputa entre bandas por el dominio territorial y las rentas ilegales: pagos semanales exigidos a los conductores solo por permitirles trabajar.
Se menciona a un sujeto conocido como ‘Maldad’, presunto miembro de ‘Los Costeños’, quien estaría cobrando una cuota mensual de 40 mil pesos a cada mototaxista de la zona. Según versiones recogidas por la Policía, Carlos Durán habría decidido dejar de pagar, lo que podría haberle costado la vida.
Otra línea de investigación apunta a la presencia de un segundo grupo delictivo que estaría intentando arrebatar ese control, lo que habría intensificado la violencia en el sector.
Una comunidad atrapada entre el miedo y el silencio
Los vecinos del barrio La Arboleda guardan silencio. Algunos lloran a sus muertos; otros callan por miedo. Los motocarros siguen circulando, pero bajo una tensión invisible: la de tener que trabajar con la incertidumbre de que el próximo disparo podría ser para ellos.
La muerte de José Gregorio Pacheco no solo agrava la tragedia de una familia, sino que revela una vez más cómo los pequeños trabajadores informales en municipios como Soledad siguen siendo presa fácil del crimen organizado, en un sistema que los deja expuestos y sin garantías.
Hoy, dos familias lloran. Y una comunidad entera vuelve a preguntarse: ¿hasta cuándo?