A pocos días de la cumbre ruso-estadounidense del 15 de agosto en Alaska, el viceministro de Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, lanzó un mensaje directo a Washington: dejar de usar la presión como herramienta política y apostar por la diplomacia, advirtiendo que el riesgo de conflicto nuclear “no disminuye”.
Riabkov afirmó que en este momento “se necesita voluntad política para reducir la temperatura de estas recalentadas relaciones internacionales” y celebró que, aunque tímidamente, empiezan a verse “brotes verdes de sentido común” en el diálogo con EE.UU.
El diplomático defendió que Moscú no inicia escaladas, sino que responde a las provocaciones, y denunció que en algunas capitales todavía se contemple “la opción nuclear” como salida en escenarios adversos.
La cita entre Vladímir Putin y Donald Trump se concretó después de que el mandatario estadounidense lanzara un ultimátum de diez días para frenar la guerra en Ucrania. En la agenda, el tema más espinoso será la seguridad estratégica y el futuro del tratado START III, que expira en 2026.
La última vez que ambos líderes se vieron fue en Helsinki, en 2018, pero esta vez llegan con la tensión en máximos y el botón nuclear como telón de fondo.