Por Eduardo Verano de la Rosa
Barranquilla tiene una historia extraordinaria desde el primer vuelo hacia el interior del país, realizado por Scadta en 1929. Este hecho quedó registrado en el libro de Fritz Hammer, el primer piloto en narrar los sucesos de un viaje entre la capital del Atlántico y Puerto Berrío. Allí relató los acuatizajes, los contratiempos y las maravillas paisajísticas que observó.
Desde esa época hasta hoy es mucho lo que ha pasado. Para mantener y sostener un aeropuerto abierto se requiere una ganancia mínima de dos dólares por pasajero. Por eso, es fundamental lograr ingresos suficientes para sostener las inversiones. Estos se vieron afectados notablemente durante la pandemia.
¿Qué tanto están dispuestos a pagar los clientes que utilizan nuestros aeropuertos? Demandan cada vez más servicios, pero siguen siendo muy sensibles al precio. En este contexto, Bogotá es el gran operador: el hub nacional principal. Casi todos los vuelos están diseñados para pasar por la capital, lo que implica mejorar la calidad de los servicios.
Las operaciones locales giran alrededor de la ruta a Miami en temporada alta. Cuando esa demanda disminuye, las nuevas rutas enfrentan dificultades. Hoy existen conexiones interesantes hacia Manaos y Belém do Pará, Brasil, pero seguimos dependiendo de El Dorado, al que prácticamente no le cabe un vuelo más.
Es cierto que Cartagena, Barranquilla y Cali han adquirido mayor protagonismo, pero la concesión de Medellín no mantiene adecuadamente su aeropuerto, lo que genera dificultades. En cuanto a El Dorado, sus obras de ampliación de pistas, tecnologías, torres de control y facilidades para pasajeros solo estarán listas en 7 años.
Otras rutas, como Arauca o Quibdó, dependen para su equilibrio del resto de la red. Avianca sigue siendo un orgullo barranquillero, aunque ha perdido protagonismo. Hoy, su ruta Barranquilla–Miami es prácticamente la que sostiene el sistema.
Nuestra ciudad pretende ser un hub de carga, pero no ha logrado consolidarse frente a Medellín, Cali y Bogotá. No obstante, Aerocivil ha superado expectativas, y en el campo de la carga existen oportunidades para convertirnos en un centro logístico.
En cuanto al taller de mantenimiento aeronáutico —que fue el orgullo de Barranquilla—, se trasladó a Rionegro, con una inversión tan grande que resulta casi imposible que regrese al Atlántico.
Otro aspecto importante es la presencia de aerolíneas de bajo costo, que llegaron para quedarse. En materia de seguridad aérea tenemos dos grandes desafíos: la presencia de aves (por basureros), que al entrar en los motores ponen en riesgo los vuelos, y el control del tráfico aéreo que exige una gestión eficiente.
Es importante analizar la evolución de los aeropuertos: En este 2025, Bogotá proyecta movilizar 50 millones de pasajeros; en el primer semestre van 17 millones y se cree que alcanzará 46 millones. Medellín pretende 12 millones y en el primer semestre llegó a 5,5 millones de pasajeros. Cali registra 2,5 millones en el primer semestre y la meta son 7 millones. Cartagena, 3 millones en el primer semestre y proyecta completar 6,5 millones. Barranquilla espera 3,5 millones en el Ernesto Cortissoz, lo que lo convierte en la quinta terminal aérea más visitada este año.
Retos: Todos. Una conectividad terrestre más eficiente y la construcción del “Gran Museo de Aviación” están pidiendo pista en nuestra ciudad.