Cinco días después de conmemorar su fundación con bombos y platillos, Santa Marta amaneció sumida en el caos. Una lluvia torrencial que se extendió por más de cuatro horas convirtió calles en ríos y hogares en lagunas. Más de 60 barrios afectados, vías colapsadas, deslizamientos y una ciudad que, una vez más, revela su fragilidad ante el invierno.
El alcalde Carlos Pinedo Cuello no tuvo más remedio que declarar la alerta naranja, luego de confirmar que en apenas tres horas se registraron 155 milímetros de lluvia, una cifra que supera con creces los promedios habituales. En barrios como Pescaíto, el agua alcanzó hasta dos metros de altura, arrastrando carros, inundando casas y dejando a muchas familias en la incertidumbre.
“Encendimos la alerta naranja y estamos trabajando con todos los organismos de socorro para atender la emergencia”, dijo Pinedo en su cuenta de X, mientras brigadas intentan llegar a las zonas más afectadas.
La Avenida del Libertador, columna vertebral del tráfico en Santa Marta, quedó colapsada. También hubo deslizamientos de tierra en la vía a El Rodadero y dificultades en sectores turísticos como Taganga y Minca, claves para la economía local.
El Ideam ya había advertido sobre un ciclo de lluvias intensas en la región Caribe para los meses de julio y agosto. Sin embargo, la ciudad sigue sin estar preparada para estos episodios. A la emergencia se suma el descontento ciudadano: muchos critican que mientras se invirtieron millonarios recursos en celebraciones por el medio milenio de fundación, el sistema de alcantarillado pluvial sigue sin resolver lo básico.
Santa Marta está empapada, pero también está molesta. Entre agua, lodo y promesas incumplidas, vuelve a quedar al descubierto una ciudad que celebra su historia pero naufraga en su presente.