El hundimiento de la consulta popular impulsada por el gobierno de Gustavo Petro en el Senado dejó más que una derrota legislativa: reveló con claridad los vacíos y deslealtades dentro de una supuesta coalición que hace tiempo dejó de existir.
El Ejecutivo contaba con apoyos que, a la hora de la verdad, nunca se materializaron, dejando expuesto al ministro del Interior, Armando Benedetti, quien había prometido tener los votos suficientes.
Entre los senadores que el Gobierno daba por seguros estuvieron Ana María Castañeda, Didier Lobo y Temístocles Ortega, todos de Cambio Radical, colectividad que ha jugado a la ambigüedad frente a las reformas petristas. También falló Martha Peralta, del mismo Pacto Histórico, cuyo silencio durante la jornada alimentó dudas sobre las fisuras internas del oficialismo.
Angélica Lozano, de Alianza Verde, no apareció para salvar la iniciativa, en un reflejo del distanciamiento progresivo de ese partido frente al Gobierno. A ellos se suman Richard Fuelantala (AICO) y Carlos Andrés Trujillo (Conservador), cuyas ausencias también pesaron. Pero lo más llamativo fueron los tres senadores del Partido Mira —Manuel Virgüez Piraquive, Ana Paola Agudelo y Carlos Guevara— quienes no solo se desmarcaron del Gobierno, sino que votaron activamente por el NO.
La derrota de la consulta no fue solo aritmética: fue política. Cada voto ausente fue una señal clara de que el Gobierno ha perdido no solo el control del Congreso, sino también la credibilidad de varios sectores con los que pretendía gobernar. La fractura es inocultable y el costo político apenas comienza.