En medio de las turbulencias políticas que agitan el Palacio de Nariño, el presidente Gustavo Petro recibió este miércoles 7 de mayo a Roy Barreras, exembajador de Colombia en el Reino Unido, quien dimitió recientemente a su cargo para regresar al escenario político nacional. Todo apunta a que Barreras prepara su candidatura presidencial, con el visto bueno del jefe de Estado, en un movimiento que recuerda los tiempos de mayor influencia del llamado “Roy-Benedettismo”.
La visita del veterano político no ha pasado desapercibida. Luis Carlos Reyes, exdirector de la DIAN y defensor del ala más purista del progresismo, lanzó una crítica contundente al advertir que “por dejarles hacer política a los que saben, nos seguimos comiendo sapos”. En sus palabras, el regreso de Barreras representa una amenaza para los ideales de cambio del petrismo y una contradicción ideológica con el discurso que llevó a Petro al poder.
El concepto de “Roy-Benedettismo”, una corriente pragmática que mezcla oportunismo con manejo hábil del poder, parece estar más vivo que nunca. Reyes lo calificó como “el principal enemigo del progresismo”, dejando entrever una fractura interna en la coalición de gobierno, donde sectores cercanos al presidente ven con recelo el retorno de figuras con historial de alianzas cambiantes y cálculo político.
Pero Barreras no fue el único visitante relevante en la Casa de Nariño. El presidente también se reunió con Carlos Amaya, gobernador de Boyacá, quien ha empezado a sonar en círculos políticos como presidenciable para 2026. Petro estaría, así, trazando un mapa de alianzas o influencias que podrían incidir de forma directa en la próxima contienda electoral, donde el sucesor del actual mandatario podría definirse entre pragmatismo electoral o lealtad ideológica.
La pregunta es inevitable: ¿está Petro preparando su propio delfín político o simplemente intentando contener las fisuras internas de un progresismo cada vez más dividido?