Una tormenta política y mediática se desató este domingo en X (antes Twitter) tras la publicación de unos explosivos chats por parte de la periodista y precandidata presidencial Vicky Dávila. En ellos se hace referencia a episodios íntimos ocurridos, presuntamente, durante la campaña de Gustavo Petro en 2021 y 2022: ausencias en eventos políticos, fiestas privadas en hoteles, mujeres, licor y un misterioso “coronel” que, según las conversaciones, le facilitaba los encuentros al entonces candidato presidencial.
¿Verdad o montaje?
La polémica no tardó en encenderse.
Daysuris Vásquez, exesposa de Nicolás Petro, salió rápidamente a confirmar la autenticidad de los mensajes. “Esos chats están en poder de la Fiscalía desde el día uno”, escribió en X, dando validez a lo revelado por Dávila y dejando al descubierto, según ella, una faceta poco conocida del entorno íntimo del presidente.
Sin embargo, el hijo mayor del mandatario, Nicolás Petro, no tardó en contestar. Para él, lo que Dávila mostró no es más que “un vil montaje”. Cuestiona la procedencia de los mensajes, asegura que hay alteraciones evidentes y afirma que las capturas parecen simuladas como si vinieran de su propio teléfono, cuando —según él— la Fiscalía nunca extrajo chats de su celular, sino del de Daysuris.
Más allá del cruce de versiones, esta confrontación en línea vuelve a dejar en evidencia un conflicto familiar convertido en espectáculo público. Lo que en algún momento fue una pareja poderosa del Caribe ahora protagoniza uno de los dramas judiciales y mediáticos más seguidos del país.
Mientras tanto, Vicky Dávila no solo mantiene su versión, sino que insiste en que la información es parte del expediente judicial de Nicolás Petro y que la Fiscalía tiene en su poder esas pruebas. Y lo revelado —según la periodista— es apenas “el primer episodio”.
La controversia llega en un momento clave: a siete meses de las elecciones presidenciales de 2026, y justo cuando varios sectores se reorganizan para disputarse el poder. Los chats, los rumores y las lealtades rotas se convierten en armas en una batalla que ya no es solo política, sino personal, íntima y, sobre todo, pública.}