El futbolista Gabriel Fuentes, actualmente en el Fluminense de Brasil, vive una situación complicada fuera de las canchas debido a los problemas económicos causados por algunos miembros de su propia familia.
Según fuentes cercanas a la familia, el jugador se ha visto afectado por las deudas contraídas por su hermano mayor, José Vicente Fuentes Gómez, quien habría pedido prestados alrededor de 50 millones de pesos y desapareció, cambiando su número de celular y mudándose de ciudad, dejando a los acreedores sin posibilidad de contacto.
El prestamista, desesperado, ha enviado mensajes a la familia exigiendo el pago de la deuda y amenazando con llevar el caso a los medios de comunicación. En sus palabras, “las deudas se afrontan, se pagan y se saldan, pero no se huye”, mientras lamenta que esta situación le está quitando el sustento a su familia.
Situaciones como esta no son ajenas al mundo del deporte colombiano. En múltiples ocasiones, algunos familiares de deportistas han intentado aprovecharse del éxito y la visibilidad que ellos alcanzan, buscando obtener beneficios económicos a toda costa. Lo hacen sin medir las consecuencias, sin importar el impacto en la imagen del jugador ni los daños colaterales que sus actos irresponsables puedan causar en su carrera y vida personal.

Gabriel Fuentes, quien en septiembre de 2024 dejó el Junior de Barranquilla para consolidarse como futbolista en el club Fluminense de Brasil, no ha firmado ni se ha hecho responsable de los compromisos financieros adquiridos por su hermano, José Vicente Fuentes Gómez, mayor de edad.
La deuda fue contraída exclusivamente por José Vicente, quien ahora debe asumir las consecuencias, dar la cara y cumplir con el pago del dinero adeudado. Pretender trasladar esa responsabilidad a Gabriel, solo porque tiene los recursos para responder, no solo es injusto, sino también irresponsable. El hecho de que sea figura pública y cuente con estabilidad económica no lo convierte en garante de las decisiones ajenas.
Aunque algunos familiares cercanos han expresado su preocupación por el impacto que estas acciones irresponsables tienen sobre la imagen y la tranquilidad de Gabriel Fuentes, lo cierto es que no han mostrado mayor consideración hacia él. No es la primera vez que intentan resolver sus propios problemas económicos recurriendo al jugador, quien, lejos de ser parte del conflicto, se ha convertido nuevamente en una víctima de esta situación familiar que se repite con preocupante frecuencia.
Lo cierto en este desafortunado y repetitivo caso es que la familia debe ponerle fin a estos abusos hacia el jugador y asumir con responsabilidad sus propios compromisos. Es urgente que sean ellos quienes busquen una solución independiente y definitiva, para evitar que esta situación siga afectando no solo el bienestar económico, sino también la estabilidad emocional de Gabriel Fuentes y de su entorno más cercano.