El martes 9 de abril, una ambulancia llegó hasta uno de los conjuntos residenciales de Villa Campestre para dar atención a Valentina Cepeda Rodríguez.
La joven se dedicaba a la enseñanza infantil y era instructora de yoga. Desde allí fue conducida hasta la Clínica Portoazul, donde falleció el miércoles 10 como consecuencia de dos infartos fulminantes.
Se requirió la presencia de los médicos porque, a eso de las 9:00 de la mañana su pareja, Álvaro Felipe Rivera Ramírez, la habría encontrado con una sábana en el cuello.
Al menos, esa fue la primera versión que este entregó a las autoridades. Sin embargo, para familiares y amigos, hay algo que no encaja, y todo comienza por las evidencias en el cuerpo de Valentina pues, según los padres de la joven, no vieron señales de un surco de presión, sino un único hematoma en la parte derecha de su cuello.
“Ellos se conocieron en junio”, recuerda la mamá. “Un día de julio él llega a la casa y nos empieza a explicar con ese aire de quien presume mucho las cosas cómo es su vida. Nos dijo que Dios la puso en su camino, que él leía mucho la Biblia, y que Valentina era su última oportunidad para ser feliz”, manifiesta.
“Nos hablaron de lesiones por estrangulamiento, pero cuando la vi, no había surcos de presión”.
Sin sonrojarse, o más bien impulsada por el poder de quien cuenta lo vivido con claridad milimétrica, también señala sobre Rivera: “Siempre le dije a mi hija que él era un hombre falso, pero ella me decía que yo la sobreprotegía. Después entendí que él era un manipulador”.
El padre recuerda que su hija pudo haber sido seducida debido a su falta de experiencia con otras personas. “Nosotros le dábamos todo a ella”, asegura, “pero él llegó ostentando otro tipo de objetivos y objetos. Decía que todo lo que podíamos darle, él estaba listo para dárselo al doble”.
“Él siempre lograba convencerla y ante eso no pudimos hacer nada”, manifiesta el padre.
“Ese día (el sábado), él le propinó un par de cachetadas y por eso un bracket se le pegó a la parte interior del labio. También la insultó varias veces. Nosotros nos fuimos para allá inmediatamente”, cuenta el padre.
El martes de la tragedia, los padres de Valentina estaban preparándose para ver a su hija, pues la acompañaban en el proceso de la división de bienes en la vivienda. Unos eran de ella y otros de su pareja.
“Me llega una llamada confirmando una ambulancia. Yo pensé que era para él, porque (Rivera) sufre por una rodilla, entonces acepté, pero la muchacha que llamaba me explicó que era para Valentina”, manifiesta su papá.
Al llegar a la Clínica Portoazul, el médico que les brindó atención fue sincero al afirmar que la joven había llegado sin signos vitales.
“El documento que nos entregaron en la clínica hablaba de lesiones por estrangulamiento en cuello, pero cuando entré a mirarla, no vi ningún surco de presión, solo una inflamación en el lado derecho, como si le hubiesen hecho una presión”, explicó el padre.