La noche del miércoles terminó en tragedia en el barrio Lucero, en el suroriente de Barranquilla. A pocos metros del Cementerio Calancala, en una tranquila terraza donde los vecinos suelen sentarse a conversar, la violencia irrumpió con fuerza. Germán De la Rosa Zúñiga, de 57 años, cayó al suelo con dos disparos en la cabeza. No tuvo tiempo de entender qué pasaba.
Eran las 9:22 p. m. cuando, según testigos, una ráfaga de disparos rompió la calma del sector. “Todo fue en segundos. Escuchamos los tiros y cuando salimos ya Germán estaba tirado en el piso. Las motos salieron voladas”, relató un vecino, aún con el susto en el cuerpo.
Lo llevaron al Camino Adelita de Char, donde los médicos intentaron reanimarlo, pero falleció minutos después.
Un inocente en medio del fuego
Germán era un hombre con discapacidad cognitiva, querido por muchos en el barrio. No tenía enemigos, no debía nada, no se metía en problemas. Solo estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado.
De acuerdo con versiones de la comunidad, minutos antes del crimen cobradiarios habían llegado a un conjunto de apartamentos cercanos exigiendo dinero. Se tornaron agresivos, incluso habrían intentado forzar una puerta, lo que motivó a varios vecinos a intervenir y exigirles que se marcharan.
Los cobradiarios se fueron, pero antes de irse amenazaron con volver. Y así lo hicieron: regresaron armados y, sin importar quién estuviera al frente, abrieron fuego. Germán fue alcanzado por las balas. No tenía nada que ver con la disputa.
Investigación en curso
La Policía Metropolitana de Barranquilla informó que los presuntos responsables del homicidio ya estarían plenamente identificados y se adelantan operativos para su pronta captura.
Mientras tanto, el barrio Lucero está de luto. Germán De la Rosa, que vivía con limitaciones pero siempre con una sonrisa amable, se convirtió en otra víctima del miedo cotidiano que imponen los cobros a bala. Una víctima más de una violencia que no distingue culpables.