Ver las calles principales de los corregimientos de La Peña y Aguada de Pablo, comunidades que hacen parte de la jurisdicción de Sabanalarga, da tristeza e impotencia. Todo, por cuenta de los estragos que ha causado el alto nivel del Embalse del Guájaro, una historia que quizá pudo evitarse.
Y es que más allá de la ola invernal que ha sido más fuerte que las anteriores, que son pueblos con peligro al acecho, hoy la realidad que viven sus pobladores lleva a pensar en la responsabilidad que tienen quienes la administran.
“Es triste ver que nos cansamos de avisar, de advertir, de pedir que nos escucharán, pero nunca nos prestaron atención, quizá pensaron que habían y conocían más estas tierras que nosotros, los que nacimos aquí”, advirtió Selfi Suárez, líder social de la comunidad de La Peña.
El líder también cuestionó que pese a lo lento de la creciente y las alarmas que se dieron hace más de un mes, “sean pocas las soluciones”.
Reclamó a los gobiernos departamental y nacional tractobombas que permitan ahora amainar la situación de emergencia.
Para otros miembros de la comunidad afectados por el aumento del nivel del Guájaro, la situación tampoco deja de ser caótica.
Incluso, fueron aún más punzantes en sus declaraciones señalando falta de voluntad y de reacción oportuna de la Administración Municipal.
“Cuántas veces buscamos hablar con el señor Alcalde, nunca lo hizo, ahora cuando ya tenemos el agua al cuello es que aparece, pero quizá sólo para quedar bien la Gobernadora, pero en realidad el no ha podido comprometerse de verdad con sus comunidades”, señaló una de las afectadas, hoy instalada temporalmente en uno de los albergues.
Mientras ronda la angustia, persiste el sinsabor de no saber qué pasará mañana con los habitantes del corregimiento de La Peña. Por ello, se aferran a sus oraciones para que cese la lluvia y poder volver a casa, pero también le piden al Gobierno Nacional poner sus ojos en este pedacito de tierra que a diario tira la red por el sueño de tener una vida mejor.